domingo, 20 de octubre de 2013

El Olivo de Miguel y Celia (Castillo de Tajarja)


El otro día buscando sitios nuevos a los que ir me acorde que hace unos años me comentaron un restaurante que estaba muy bien de camino a Loja. Rebuscando un poco en la memoria  acabe recordando que estaba cerca de algún castillo o eso creía yo y me puse manos a la obra en internet. 

Enseguida salieron a la luz multitud de referencias a Castillo de Tajarja y sobre todo a un establecimiento que según leía tenia muy buenas criticas. Nos decidimos probar suerte como siempre pasa en estos casos cuando es la primera vez que vas.

De camino, como es natural en nosotros, nos perdimos un poquitín, pero como íbamos con tiempo el paseo se hizo muy agradable. Por fin encontramos el pueblo, que al ser las 14:30 de la tarde y con un sol de justicia estaba desértico. Donde nos hemos metido¡¡¡

En cuanto llegas al pueblo encuentras señalizaciones de cómo ir al “Olivo” por todos lados, así que allí que vamos. En seguida sabes que has llegado a tu destino  cuando ves una casita de pueblo  tal que así:


Ya en su puerta solo vemos un atril con la carta de platos manuscrita, dentro se oye un tenue murmullo pero como no vemos a nadie mas por allí decidimos abrir la puerta. Entramos y seguimos sin ver nada, solo un pasillo con algunas fotos, suponemos de los dueños, con caras bastante conocidas del mundo del artisteo.

En cuanto recorres el corto pasillo te encuentras una barra donde esta una señora que te pregunta si tienes reserva y después de comprobarlo te invita a su salón, literalmente, porque el comedor es eso, un comedor decorado al estilo francés ( no me hagáis mucho caso porque no entiendo nada de decoración, pero es lo que me sugiere), tiene unas 8 o 9 mesas.

Esta lleno, y por lo que intuimos por el colegueo con el camarero y la señora, por gente que ya ha ido otras veces. El camarero, por cierto,  hiperactivo, moviéndose por el salón cual lagartijilla.

En la mesa lo único que tienes delante es una torre de 7 u 8 platos. No entendemos esta presentación.

Al minuto de sentarnos aparece en escena el señor Miguel con su imponente gorro de cocinero y su impecable chaquetilla blanca. Un señor con bastante personalidad, si vais  por allí, ya nos lo decís.
Se acerca a nuestra mesa con una libretilla en mano y se sienta a nuestro lado.

- “Buenas tardes” nos dice. 
- “Buenas tardes” respondemos.
- Que les apetece comer?
- Hummm, no sabemos lo que tiene porque nadie nos ha facilitado ninguna carta.
- Muy bien, díganme si hay algo que no les guste, nos dice el Chef.
- Únicamente le decimos  que cualquier cosa de casquería y nos dice que no nos preocupemos.

Empieza a anotar en su bloc: empezaremos con un foie casero, seguido de una pasta con setas, guiso de alubias, berenjenas con queso, confit de pato… madre mía¡¡¡….. y seguía anotando. Y anotando…

Nosotros no lo paramos tampoco, pero nos tranquiliza diciéndonos que si en algún momento queremos parar de comer, deja de servir y solo nos cobrará lo que hayamos tomado.

Ahora entendemos esa torre de platos que te encuentras nada mas sentarte, te van bajando el nivel a medida que te sirven.

Al final, a punto de reventar, pedimos un postre para compartir solo por saber que nos iban a ofrecer y una vez mas, acertamos con una tartita de chocolate totalmente casera, al igual que el café que es servido en las cafeteras de toda la vida. Nos encanto ese toque.

Comida francesa 100% al estilo del Don Miguel, por supuesto. Lugar curioso sin duda. Nada caro por cierto. Nosotros nos pedimos una botella de Protos que fue lo que subió la cuenta pero como en cualquier otro restaurante.

Aunque en todas las mesas vimos los mismos platos que nos pusieron a nosotros, tenemos la intención de repetir mas adelante para ver si nos ofrecen otros suculentos manjares.


1 comentario:

  1. Efectivamente es un restaurante original, no solo por la decoracion, sino por la carta manuscrita y sobre todo por el trato que te dan. Que el cocinero se siente en tu mesa y te pregunte que no te gusta comer, no suele ser lo normal cuando acudes a un restaurante, como tampoco lo es la pila de platos que tienes en la mesa cuando te sientas y que Celia, va retirando conforme tu vas comiendo las delicatessen que salen de la cocina de Miguel.
    Como nota discordante ante tanta excelencia, la carta no es muy extensa y no se renueva muy a menudo.


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