
Fuimos al Granero (no confundir con el pub del centro) por
recomendación de Enrique Zambrano. Nos costó encontrarlo (Parque Tecnológico de la Salud) y además hacia un
día de perros. Llovía a cantaros. No recuerdo si reservamos o no pero las veces
que hemos ido después no lo hemos hecho y no hemos tenido problema. Igual si
vais un grupo grande si es aconsejable hacerlo.

El restaurante en invierno es muy acogedor ya que tiene una
gran chimenea que caldea bastante el comedor, con mesas y sillas de madera
robusta y toda su decoración sobria y seria. Hace que el restaurante tenga un
toque muy hogareño.
Normalmente hay un par de chicos en la barra y el personal
de cocina. Tras pedirte la bebida, el jefe de cocina, un chico joven e inquieto,
que le da al lugar una nota chispeante, sale a tu encuentro para comentarte la carta.
Nos gusto mucho este detalle porque aparte de sugerirte lo que tiene del día,
te explica en qué consiste cada plato de manera minuciosa.
Todos los platos están cuidadosamente elaborados y aunque
entiendes que cuando te ponen un buen plato hay que pagarlo, de vez en cuando
hay que darse un capricho. Nosotros siempre hemos pedido carne y la calidad es muy
buena. Personalmente nos sobran algunas guarniciones de frutas, pero cabe decir,
que esto le da más presencia y color al plato.
La terraza de verano es tan agradable que es imposible
tomarse solo una consumición y no hay que menospreciar a las tapas que las
acompañan. Sin duda es un sitio al que ir tranquilo y relajarse en compañía de
amigos o de la familia.
Sin duda volveremos.
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